“El amor hace de toda la humanidad un solo individuo
y constituye a nuestro prójimo como una parte esencial
de nuestra propia existencia”. P. Zegrí.
El 12 de noviembre de 1890, llegaron las primeras HH. Mercedarias de la Caridad a la Villa de Canjáyar (Almería), para compartir la vida con los habitantes de este bello lugar. Llegaron cargadas de ilusión y de sueños, pues se sentían llamadas y enviadas a una doble misión: atender una escuela para niños necesitados y servir a los ancianos-enfermos en el hospital-asilo de “San Antonio Abad”.
130 años queriendo ser para todos, hermanas que traen sus cangilones llenos de agua viva, el agua de la fe y de la esperanza a las niñas que venían a aprender y a los enfermos y ancianos que buscaban sustento, amparo, salud, cobijo y sobre todo y fundamentalmente Caridad.
La dinámica de reestructuración de comunidades, impuesta, principalmente, por las circunstancias actuales que rodean a la vida religiosa, ha hecho que esta bella andadura, llegara a su fin.
El pasado domingo 26 de julio, la comunidad de Hermanas Mercedarias de la Caridad de Canjáyar, acompañada de las hermanas del Gobierno provincial, de las hermanas de la comunidad de San Isidro de Níjar y de todo el personal de la Residencia, era despedida por el pueblo de esta bella localidad alpujarreña, en una solemne y emotiva Eucaristía presidida por el Cura párroco de la localidad y Presidente de la Fundación “San Antonio Abad”, D. Jesús Martín, que en su homilía repasaba la labor de caridad ejercida durante tantos años por las hermanas, dando gracias a Dios por ello:
“Al despedir hoy a las Hermanas Mercedarias damos gracias a Dios porque su comunidad, en medio de nosotros, ha sido un testimonio profético que nos ha ayudado a entender esta realidad: la Vida Eterna solo se paga con la entrega de la propia vida. ¿Cómo podríamos atrevernos a poner valor a la vida en Cristo? Su valor es la entrega de la propia vida. La presencia de tantas mercedarias a lo largo de este casi siglo y medio nos ha hecho ver que aún hay personas que comprenden este valor revolucionario que trastoca los valores de nuestra sociedad.
Encontrar a Jesús es el gran motivo de nuestra existencia, lo que da valor y sentido a todo. En esto consiste la vida religiosa “buscar el tesoro” y “comprar el campo” con todo lo que somos y tenemos. La tarea asistencia a la que durante estos años se han dedicado las hermanas ha sido consecuencia de esta búsqueda, de la fidelidad al carisma fundacional, que las ha llevado a buscar a Cristo en los necesitados y oprimidos de este pueblo. Se han convertido en un elemento fundamental de esta pequeña comunidad alpujarreña de Canjáyar. Haciendo verdad lo que el Padre Zegrí expresa: “el amor hace de toda la humanidad un solo individuo y constituye a nuestro prójimo como una parte esencial de nuestra propia existencia”.
Con tristeza despedimos hoy a las hermanas mercedarias. Tristeza porque se cierra un período de labor evangelizadora intensa y porque se pierde en nuestro pueblo el testimonio de la vida religiosa. Pero albergamos la esperanza de que el Señor recogerá a su tiempo los frutos de esa siembra que habéis realizado “para el bien de la humanidad, en Dios, por Dios y para Dios”.
Pero aunque las etapas terminan, lo bueno y noble perdura siempre, como recordaba Sor María Doblas, Superiora provincial en sus palabras de despedida: “por eso nuestra estancia entre los hermanos y hermanas de este pueblo, ha sido dichosa para nosotras y para todos. Muchos recuerdos, muchas amistades, muchos nombres, en la mochila de todos, habitantes de Canjáyar y hermanas que han estado o pasado por aquí. Y como dice la Palabra que el Señor nos dirige: “a los que aman a Dios todo les sirve para el bien”. Así queremos vivirlo nosotras, Hermanas Mercedarias de la Caridad y que lo vivan también, los hermanos amados del pueblo de Canjáyar”.